Vampiros, no-muertos, chupadores de sangre, demonios de la noche... la lista de nombres para definir a unas misteriosas criaturas que desde tiempos inmemoriales visitan la zona más oscura de la psique humana es interminable. Javier Arries nos acerca un poco más a su universo con su obra Vampiros (Zenith), en la que indaga con profundidad en un fenómeno tan fascinante como nebuloso.
Acaba de publicar un libro sobre vampiros (MÁS ALLÁ, 205 y 218). ¿Cree usted en ellos?
Como físico he aprendido a no negar ni afirmar categóricamente nada si no tengo pruebas contundentes. Desde luego, desde el punto de vista científico la existencia de vampiros en su acepción de no-muertos, de cadáveres sedientos de sangre, es, como poco, muy improbable. Lo que sí es innegable es que el mito, como tal, existe y goza de buena salud y que su extensión tanto geográfica como histórica induce a pensar que no es sólo invención de fabuladores o poetas. Es una creencia firmemente arraigada en el inconsciente colectivo de muchas culturas, incluida la nuestra.
¿Y en los vampiros psíquicos?
Para muchas personas resulta imposible la existencia de los no-muertos, pero no tanto la de personas capaces de drenar nuestra vitalidad. Todos conocemos casos de gente que afirma que al lado de determinadas personas se siente “vacía” o extenuada. Es una posibilidad que no descarto. Desde luego es un fenómeno interesante y digno de estudio.
El mito de los no-muertos ha evolucionado con el tiempo. ¿Qué características presenta en la actualidad?
El no-muerto era tradicionalmente un cadáver que apenas conservaba una leve chispa de la psique de quien en vida utilizaba ese cuerpo. Violento y torpe, apenas quedaban en él las pulsiones más bajas y los instintos más básicos. Ese personaje brutal, sin casi rastro de humanidad, fue dando paso en el imaginario de nuestros contemporáneos a un vampiro inteligente, seductor y sofisticado, una criatura con extraordinarios poderes que se mueve entre la vida y la muerte, fuera de las convenciones sociales y de las leyes del mundo de los vivos.
¿Por qué cree que seduce tanto la figura del vampiro? ¿Qué simboliza realmente?
Pues precisamente esa libertad de movimientos, ajena a nuestro espacio y a nuestro tiempo, más allá de la vida y de la muerte. Cuando ponemos un peso excesivo en la razón algo en nosotros, como especie, añora el concepto mágico del mundo. El vampiro es una figura ambigua que produce emociones contradictorias –miedo y fascinación–, que se mueve como pez en el agua entre el eros y el tanathos.
¿Existen las sectas vampíricas o son sólo un mito? De existir, ¿cómo funcionan? ¿En qué basan sus creencias? ¿Hay alguna en España?
Al margen de aquéllos que, fascinados por el personaje, coleccionan todo tipo de objetos relacionados con los vampiros, gustan de vestirse como tales o deciden imitar sus costumbres, como salir de noche y en algunos casos incluso beber sangre o dormir en ataúdes, existen realmente agrupaciones de gente que cree ser vampiro o que pretende convertirse en uno. Los miembros de algunas de estas sociedades practican la hematofagia y otros, el vampirismo psíquico. Estos últimos a menudo utilizan técnicas de meditación y visualización con las que supuestamente desarrollan su vampirismo. Por otra parte, algunas sectas luciferinas practican la magia roja y la magia póstuma para evocar a entidades vampíricas o para convertir al neófito en un vampiro. Algunos de estos grupos funcionan en España, al igual que en el resto de Europa. Quizá uno de los cultos que más se está extendiendo es el del Templo del Vampiro, que muchos consideran una escisión de la Iglesia de Satán (MÁS ALLÁ, 106) fundada por el polémico Anton Szandor LaVey.
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